Mi nombre es Ana y vivo en Tudela.
Quiso la casualidad que en septiembre del 2016 me invitaron a unas cenas, que se repetían cada miércoles y que empezarían en breve, sin compromiso ninguno de asistir a todas las cenas pero animándome a ir por lo menos la primera… ¿pero saben estas dos inocentes a quién han invitado?
Pero sí, parece que lo sabían y aun así la invitación seguía en pie.
Asistí por una mezcla de curiosidad y de agradecimiento a esa invitación.
Me quede impresionada de tantos detalles, del amor que allí se respiraba, del menú tan cuidado, la organización, preparación, ¡me servían la cena! Yo aluciné durante varios días y no daba crédito a que aquello fuese posible.
Me aceptaron a mí con mis ideas, sin condición, pero ¿cómo?, ¿no me juzgan?, impresionante, no solo no me juzgan, sino que me miman, me abrazan, me comprenden, se preocupan por preguntarme y por hacerme sentir una más…
Que vergüenza sentía yo de estar aprovechándome de tanta generosidad ¡y yo no tenía nada que ofrecer!, pero como dejar de ir si me estaba dando la vida, deseaba que llegase el miércoles, ávida de escuchar las charlas y recibir el calor y esa compañía tan agradable.
El último día, mi garganta tenía un nudo que amenazaba con no dejarme hablar ¿y por qué estaba yo tan emocionada si no creía en nada de todo aquello?...estaba emocionada porque ese grupo me estaba sanando, y yo no me sentía merecedora de ello.
Aún así, mi egoísmo hizo que aún les pidiera más, les pedí que rezaran por mí, porque mi alma estaba negra, mi corazón helado y la soledad vagaba por mí, haciéndome sentir vulnerable, cansada, y caminar por la vida con cara de pepinillo en vinagre.
Yo me sentía tan agradecida a todo el equipo, a mis monjitas lindas, a Jesús (el sacerdote) que quería corresponder de algún modo, así que me ofrecí, a ayudarles en todo lo que necesitasen. Y, con todo el honor del mundo, pasé a formar parte del equipo de Alpha para el año siguiente.
Me pusieron a fregar platos, fantástico, ¡ni que me hubieran ofrecido diamantes! Yo quería ser útil a ese grupo tan generoso. Y sigo deseando que lleguen los miércoles, que me saluden cariñosamente los miembros del equipo, que cuenten conmigo.
Estando en ese segundo Alpha en el que yo formaba parte del equipo, llegó el día de la Convivencia que en nuestro caso la hacemos en Tulebras, ¡Cuantas expectativas tenía yo puestas en ese día!
Yo tenía dudas si debía o no ir, pero alguien del equipo me aseguró que está bien tener dudas, que el mismo también las tiene o ha tenido, que buscar o tener inquietudes está permitido dentro de la fe cristiana. Aquello volvió a darme un empujón. -Osea, ¿Qué hay un hueco también para mí?
Y llegó la charla y me explican pacientemente dos cosas cruciales para mí en mi vida, una de ellas que el Espíritu Santo no se va y viene, siempre está, desde el bautismo, simplemente hay que darle fuerza para dejarle actuar, ósea, que el mío está, que alivio más grande (y no sé porque siento alivio si supuestamente a mí ni me va ni me viene) y me dicen también, que no me preocupe, que nadie me va a juzgar si voy o no a que recen por mí.
También me hablan del perdón y poco a poco todo iba cobrando sentido.
Un montón de inseguridades se apoderaron del momento, pero decidí dar ese paso al frente que supuso un antes y un después. Con mas de 25 o 30 años sin rezar, allí estaba yo, pidiendo fervientemente. Y me volví a mi casa más llena de amor para los que me rodean, y con una gran sensación de satisfacción.
Yo no sé qué pasará con mi fe a partir de hoy, yo de momento me conformo con los pequeños pasos, con mi grupo Alpha de quienes tomo la alegría. Mañana veremos que me tiene preparada “la casualidad”.